LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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viernes, marzo 25, 2005
DE CINE NEGRO
Por amor al cine negro y después de releer una vez más La caja de plata de Luis Alberto de Cuenca, un libro que él mismo me regaló hace tantos años que tal vez ni siquiera lo recuerde.
La fatalidad
"te mece una breve tristeza que no sospechabas". Bogart mira la copa que Morelli vacía, escupiendo el último dolor de no ser el jinete de un caballo ganador. El sicario no anda lejos ni cerca al acecho del oportuno callejón del que no saldrás nunca por no pagar tus deudas, a la vez que pierdes en el juego. "Es cumplida la hora, Morelli". Ya firmó los papeles del testamento, y del nocturno club salía hacia Times Square en la encrucijada con una pesadilla
El desencanto
la noche se avecina. Apagados los faros de un coche negro. Dos disparos en el segundo piso, y el silencio de la lluvia. Dos sombras de un sueño apostando la vida o la muerte; y en el muelle dieciocho un cadáver flota en las aguas sin rumbo fijo. "No te dieron la oportunidad de negociar tu destino". Por un instante asoma un hosco brillo en el rostro bajo el sombrero de Philip Marlowe
El amor
a la luz de una sombría lámpara besaste a la mujer de la canción "sus lágrimas fluyeron como vino; era una chica triste". Con ánimo de acabar con el tiempo. Todavía esperas una llamada de teléfono que detenga ese reloj asesino
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