LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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jueves, diciembre 08, 2005
LA MUERTE DE UN AMIGO
A Jeremías.
"El hoyo los había estado esperando sin verdadera esperanza ni interés. Ellos caminaban divertidos; unos se apoyaban en otros; algunos seguían solitarios y sonrientes, hablando a solas y en voz baja. En general, discutían planes y hablaban del futuro y del futuro de sus hijos y de las pequeñas y grandes revoluciones que sostenían en libros clavados en las axilas." Juan Carlos Onetti, Dejemos hablar al viento.
Escuchar en boca de otro, en un fraseo que hiela los ríos, que un respetado amigo halló la muerte en avaras milésimas, por milímetros, es inesperado que los frondosos álamos sean hendidos por ese hacha en su filo más humano, demasiado humano, una extensísima estepa de fino hielo que se quiebra en las paradas cardíacas. Y por la gracia tal vez intempestiva de un dolor de áloe y miel te visité en el umbral de la mano de la ciencia archivística y la nostalgia lega, en los cientos de anaqueles guardo tus cuatrocientas hectáreas de humanidad sin marcar, en mi memoria catalogo y resisten los pergaminos reconfortantes de tus palabras, porque en este reino de signaturas y libros y silencio el expurgo está expresamente prohibido. Los velaré entonces como esta noche velo tu cadáver, en esta noche que tú estás más cerca del aire, del fuego, del agua, pronto cenizas pavesilentias en honduras todavía sin fraguar, en la vía de ese hilo invisible que te une al águila y a las estrellas taciturnas en límites de acuarela. Un no sé qué conmueve en esta pintura; y qué sé del protocolo a seguir en estos casos. Te diré sólo adiós, te quiero, hermano, y que ahora viajas conmigo donde quiera que vaya, en mi zurrón de caminante te guardo junto a las esperanzas mordidas que aún abanderan la resistencia por el tanto amor que rendimos a la vida
Victoriosamente
contra todo lo mezquino y la ponzoña salvaje y omnívora en la buena tierra.
Adiós, amigo. Hasta siempre...
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