LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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viernes, mayo 06, 2005
ENCONTRARSE CON LAS JARAS, RESUCITA
Lat. 40º 46' 54,9079" N - Long. 3º 51' 47,8017" W Collado de la Ventana, La Pedriza, Manzanares El Real, Madrid, España, Europa, la Tierra, el Universo. Cuando florecen las jaras por estas fechas...
No hay sendero que no lleve a ninguna parte. Puede que no haya próxima estación, sin embargo, en la trocha hasta la cierta cima las jaras blanquísimas se abren, luego revisten de pétalos el vil suelo, de ládano el aire. Pisas el cielo un preciso instante, mientras el bóreas de costado te sopla al oído un esfíngeo enigma. Aunque el maldito tiempo se beba la última copa de vino que pisamos, y no conceda la memoria ni las huellas de su crimen. De lo que fue el himen de un punto en la línea. Te preguntas por qué se ha borrado, dudas si alguna vez sólo fue un sueño, un dibujo en el agua.
Joder, te preguntas por dónde anda el lábil sendero de vuelta...
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