LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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jueves, septiembre 17, 2020
LA LETANÍA DE LOS PORQUÉS
“La depresión es aburrida, creo
y haría mejor en hacer
un poco de sopa e iluminar la cueva.” Anne Sexton,
La furia de las tormentas de lluvia.
“Cuando ya no haya nada
Sino palabras que borra el cierzo” Leopoldo María Panero,
Sombra.
“¡qué vacío tan inmenso,
tan inmenso! en derredor…” Amado Nervo,
Los jardines interiores.

por qué aquel cadáver de la rosa en aquel entonces exultante
esconde la luz y apaga cuerpo y alma
en la pudridera donde llora
moho y lágrimas secas bajo el frío mármol
del jarrón
por qué aquel girasol vomita el fulgor de áureos pétalos
y agacha el cáliz seco y desgarrado y caído
cuando los astros luminares que tanto amaba expiraron a solas
en el largo viaje a ninguna parte
por qué aquellos cálices medio vacíos están llenos
de cenizas sin brazos, ni palabras amables en el corazón
del no muerto donde vive el ígneo gusano
de la desesperación
por qué aquel eterno retorno de nuevo acaba en las manos
y como déjà vu metódico requema por cada senda, por cada semilla
de dolor y sí, también de alegría aun árida y de fortuita belleza
de vez en cuando, en fin, por qué aquel cansancio
en la ciénaga secular
por qué acaece que el ser y el no ser lo sean al mismo tiempo al filo
de la cuchilla cuando tiembla el puente bajo los pies por encima
del eco estridente y voraz del silencio maldito
que serpea
sin caudal
debajo de la sequía
dentro de los párpados en las cuencas desnudas
donde sedimentan las esquirlas del ahogado gemido
del amado perro que no encuentra el camino
de regreso a casa a este lado
del ruido y la nada…
Etiquetas: Daniel Espín, elegía, poesía, poeta, Tao, tristeza, versos, versos cotidianos
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