LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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lunes, noviembre 21, 2005
LOS AMIGOS
"[La amistad] Es un contrato tácito entre dos personas sensibles y virtuosas. Digo sensibles, porque un monje, un solitario puede no ser malo, y vivir sin conocer la amistad. Digo virtuosas, porque los malos no tienen más que cómplices; los voluptuosos, compañeros de voluptuosidades; los interesados, asociados; los políticos, facciosos; la mayoría de los hombres, conocidos; los príncipes, cortesanos; sólo los hombres virtuosos tienen amigos." Voltaire, Diccionario filosófico.
Hacia esa encrucijada van las elegantes sombras de los desaparecidos que fueron una vez amigos, que dicen adiós sin decirlo, que tal vez no volverán.
Se pierden cuando se eleva y desciende el camino que les lleva a otra dimensión, a la paralela, detrás de los mohosos cristales y el olvido habitual y las tristes notas de una vieja canción.
Sólo me quedan esas gastadas palabras que decir, y un cálido y honesto hasta siempre. Creedme que sí, que en verdad lo siento. Contra la Historia no puedo hacer más que estos bastardos versos, las cadentes cenizas de las mil sumas y restas:
de mi vida.
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