LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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jueves, octubre 27, 2005
TIEMPO DE GUERRA, TIEMPO DE PAZ
"Por lo tanto, si deseamos morir bien, hemos de aprender a vivir bien; manteniendo la esperanza de una muerte apacible, debemos cultivar la paz en nuestra mente y en nuestra manera de vivir." Del Prólogo del Dalai Lama a El libro tibetano de la vida y de la muerte de Sogyal Rimpoché.
Te pasaste la mitad de tu vida como guerrero en el fragor confuso del ser o no ser, del saber que jamás retornan del otro lado de la frontera los rostros amados, que la soledad es un duro perseguidor y te adentra en el desierto cuando quema el abandono, del mirar en las esquelas del Wall Street Journal y su circunstancia las tropelías del sistema del odio, del nuevo mercado de esclavos, de la deshumanización globalizada, del global cinismo de los buenos...
Te pasarás la otra mitad sanando tus heridas o de suerte tal vez la paz inunde tus vacíos bolsillos, o en un cruce de miradas más allá del océano bebiendo un café alcances, por fin, las nieves del Kilimanjaro muy lejos de aquí, en la apacible y saludable Lejos del pretérito imperfecto.
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