LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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lunes, enero 12, 2009
LA CENA DE LOS IDIOTAS
O acerca de los prejuicios sin conocimiento o el conocimiento dado por segundos, terceros o cuartos traseros y rumores no cabales ni por casualidad aproximados. Es la muerte de la ciencia y del sentido hacia lo absurdo y sus reducciones, y hacia la grasienta maledicencia de los que cacarean como gallinas afónicas por manchar, despreciar o no sé qué daño cerebral padecen para así fabricar tales cosas o también sentenciar sin cerciorarse y para qué, ni acaso ¿preguntan lo que no saben?, o sólo es animadversión tal vez o llana estupidez (o ambas llagas supurantes) a juzgar por el estilo y estructura que manejan en su energuménico Raciocinio, porque hasta Rocinante piensa con mejores acordes y más complejos ideogramas [por fortuna, para don Quijote]. ... Después de leer este áspero manojo de versos recomiendo escuchar el Tristesse Estudio nº 3 de Chopin para destilar aún más el sedimento o el regusto que se les adhiere, y en la finida criba deducir algunas pepitas de su algo de tristeza que lleva esta sátira en general, y de su algo de nostalgia por lo perdido e irrecuperable en particular]. "Aunque ahora todos te muestren silente rencor, ya vendrán quienes te juzguen imparcialmente." Séneca, Ep. 79.
Mientras que descifro [y por Cibeles que lo pretendo con terqueza] lo que hubiere [y con tristura] debajo del vuelo del moscardón y aun debajo de los tantos dimes y diretes de los idiotas, y aun más cerca del suelo donde zascandilean las sabidillas cucarachas, donde rechinan en folclóricos patinajes y otras viles danzas con sus tantas patitas un poco retorcidas como nudos de a ocho acompañándose de aplausos jondos y risas mochas y el hiperbárico asombro de aquel abducido público;
y mientras que a fe yo asumo honestamente que la ecuación no cuadra y la igualdad que resulta no es todavía un juicio válido, y todavía incluso me parece sólo una hipótesis [o al menos, materia oscura] hasta que la x no sea difusa o la y suficiente y operativas conjuntamente, y diría casi además que se ha de sospechar de si hay un margen de error o residual distorsión en el lanzamiento. Así que para bien por sana prudencia necesariamente se ha de establecer, en su caso, un plan de correcciones póstumas y breves, pero buenas disculpas...
aquellos gentiles por encima de la redonda natura de la verdad cenan lixa lengua de escuerzo y rumian lo mismo y parlan y anuncian bárbaras afirmaciones, y pactan el ostracismo de los otros porque les caen del cielo seráficos mendrugos junto a coprolitos de laxa sabiduría ya maduros, o parlamentan con el asno académico don "Qué alto concepto de mí celebro en mi villa lobo con vellón de oveja" [en fin, claro ¿qué podría aprender de los humildes? Él Que Es el Excelentísimo que no lee demasiado] para pedirle en gravitatoria audiencia oh, neutrales consejos acerca de los bogavantes en hoteles de cinco estrellas y lo torticero de quienes no gustamos del lujo por incongruente con este paciente planeta y dos tercios de sus habitantes sin puta suerte ni rala fortuna;
aquellos comensales chapotean en su menguante océano de jiliput en mesiánicos tonos, o en charcos de muy agria leche como cotorras dispépticas sin quietud. E incluso se cuelgan a la orilla del probóscide el ideario zote antes de parir miasmas y decirlas, o bien explotan sus quistes silvestres y fobias en racimos engarzados como ristras de perlas blancas sin probable mácula, y en histrionismos dicen patrióticamente mano en pecho o más alto de cara al sol
[después del ya protocolario zullón]
con mala sangre cosas que parecen buen pote y santa ciencia, a la vez que pochan [y reducen a la enésima] la eidética cebolla en aceite de ricino superior. Por supuesto, luego purgan por sus tantas patitas abajo abajo en dicharacheros arroyuelos que parecen palabras, frasecitas, párrafos en bobélicos dialectos, mas lo cierto que es sólo, como dijo el filósofo, distinta y claramente: sólo mierda y hondísimos regüeldos... Etiquetas: ínclita idiocracia, poesía, versos
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