LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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miércoles, septiembre 23, 2020
EL BLUES DEL REINO ABSOLUTO DEL TIEMPO

“La muerte se siente tan segura en este juego
que nos da la vida de ventaja.” Eduardo Mazo, Prohibido morir.
"Toda batalla contra el olvido es una batalla perdida." Ismaël Diadié Haïdara, De la sobriedad.
no da tregua el tiempo mientras llueve discurre
ya inadvertidamente por la materia como jirón de piel
y el mucílago que segrega se adhiere a la médula del ser como
la fiel muerte a la vida que humea
hasta que la vencida hoguera funde a negro
hacia la certidumbre de las raíces de la madre tierra
las hormigas devoran los minutos, y los minutos
el amor que resta y las horas, flores y velas que apaga
el viento, la sombra del tiempo que no suelta
la brevísima carnaza…
Etiquetas: Daniel Espín, poesía, poeta, Tao, versos, versos cotidianos
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