LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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lunes, diciembre 19, 2005
CUÁNTO ASCO ME DAIS

"... pues en aquellas noches de postrimerías lo despertaba el espanto de que los muertos de la patria se incorporaban en sus tumbas para pedirles cuentas del mar, sentía los arañazos, sentía las voces insepultas, el horror de las miradas póstumas que acechaban por las cerraduras el rastro de sus grandes patas de saurio moribundo en el pantano humeante de las últimas ciénagas de salvación de la casa en tinieblas,..." Gabriel García Márquez, El otoño del patriarca.
"ECONOMÍA. Señores políticos: / Impedir una guerra / sale más barato / que pagarla." Gloria Fuertes, Historia de Gloria.
Cuando decís que 30.000, ¿importa uno más o menos? Seguro que es una cifra mayor, pero podríais también haber dicho que 10.000 o 200 o ¿por qué no tres o cuatro para redondear como el asesino analfabeto que cuenta con el ábaco trucado? Luego bañáis en cal viva la verdad para esconderla [el lobo vestidito de ñoña abuelita] y parezca lo que no es bajo la tierra de 30.000 toneladas de mentiras y maquillaje narrativo. Verdaderamente, ¿importa la cantidad de los cuerpos amontonados como colinas de sal que aparecen descarnados como florecillas secas y manchas de café en sus informes recién lavados? Los insectos larvarios crecen en vuestra boca, prolijas estadísticas, balances positivos y patriotism for sillies. En verdad, ¿importa uno más o menos? Es la vida humana despreciada, mancillada, humillada, amortajada: la vida como sólo un número en los morros de unos cerdos escondiendo sus pequeños ojitos dentro del montón de grasa y mierda en gordas jetas para no delatarse en el acre tejemanejo de la Granja. Cuánto asco se me segrega al contemplaros en versos libres. A la orilla de este sol del mediodía europeo no hay claridad más cierta, sois los mayores criminales de guerra desde la Segunda Grande. No hay espejo en este mundo que soporte vuestros crímenes ni vuestra vergüenza, ¿hablo claro?  Etiquetas: Daniel Espín, guerra, Irak, No a la guerra, poesía, poeta, política, versos, versos cotidianos
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