LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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miércoles, octubre 26, 2005
MY MELANCHOLY BABY
"Every cloud must have a silver lining. Just wait until the sun shines through." Del Film The Roaring Twenties, de la canción que interpreta Priscilla Lane.
En tus arpegios encuentro la filosofía, pero también dos lágrimas que se derriten; y en lo más agreste y difícil me resuelves una incógnita en el laberinto: cuando el universo sólo es poco más que cuatro paredes en curvaturas imposibles, o cuando el hundimiento del Titanic es un juego de niños.
[Hablas y callas y naufrago en tu verbo fácil cuando cuentas las horas, los horarios de los trenes a Glasgow City en segunda clase para huir, las historias de tus sueños por capítulos]. Y cierro los párpados para casi verte tras la esclusa en un charco de tinta invisible donde se refleja la luna, un verso felino en el callejón y un paraguas de colores que sutilmente manejo como pararrayos en ésta y otras tormentas de juguete.
Melancholy baby, bajo las estrellas otra vez, en fin, no queda más qué decir, salve, por si acaso buenas noches...
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