LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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jueves, mayo 26, 2005
POÉTICA
"Sólo el grito puede oírse en esta bruma espesa. Cuando vuelva el silencio, que no se olvide la luz del grito." E. Ionesco, Diarios.
"Yo no soy traidor a mi única patria que es la poesía." José Hierro, Cuaderno de Nueva York.
Dedicado a Félix Piñero, a mi profesor que fue de letras grecolatinas, del que no sé nada desde hace muchísimos años y que es el culpable que aún escriba versos. Gracias. φιλιας χαριν.
Esto no es un poema si no apuñala al lector por la espalda en el callejón, o a voces te golpea en la boca del estómago para que te duela ese hilillo de dodecafónica sangre, ya sé que jode el ritmo y la armonía y mancha su vestidito de tul gongorino. ¿Auténtica poesía? Es patente, ostias, mira la cara, no finge, mírale la herida, le duele, participa del caos, de un Partenón desmoronándose por la inquietud en Richter porque no sostiene tanto que decir en un minuto de urgencia, sin coordenadas, el mapa descoloca los puntos cardinales y las tónicas, pero afortunadamente encuentras el tesoro del pirata y no sabes cómo, no conjeturas, los zahoríes callan el secreto, ahí mismo, delante de tus narices, y si no lo hallas no le eches la culpa a la portera Cerbero, la que te prohíbe entrar si no colgáis la esperanza como un sombrero en el vestíbulo. Es la casa donde arden las palabras (en pavesas viajan a la noche inmensurable) para calentar al poeta los inviernos que como éste ahora es tan frío a finales de mayo. Por eso escribe deprisa, dice que le va el alma en ello, para qué medir, no hay tiempo, tal cual se extirpa el corazón en vivo, lo trocea como algunas cartas de amor en diminutos fragmentos de papel, y se adhieren con ácido en la piel, muerden como versos, ahí se desangran los terneros abiertos en canal y les interrogan sus propios ganchos. Como esos picassianos cadáveres en los atropellos, sus posturas no tienen un porqué, no te agradan, no riman, ni pueden medir su expresión en el asfalto y a veces tampoco quieren que les miren. Si no quieres no vuelvas la cabeza, si explotan las cuencas de sus ojos. ¿Poesía? Qué coño es poesía. Qué preguntas. No sé, ni quiero saberlo. Cuando despierto no es más que la sal en la punta de la lengua y no recuerdo su nombre.
Vale.
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