LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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domingo, diciembre 04, 2005
CATECISMO DEL POETA, PREGUNTA N.1
"Sucesión de sonidos elocuentes movidos a resplandor poema es esto y esto y esto y esto que llega a mí en calidad de inocencia hoy que existe porque yo existo y porque el mundo existe y porque los tres podemos dejar correctamente de existir." Juan Larrea, Antología 1915-1931.
El Poeta?] Es la mirada acuática del que sueña las pesadillas que yacen en los periódicos mojados por la tormenta. La mirada del que vive aún preguntando si existen los ángeles en este vertedero para que guarden en tu ausencia [de Heraklés contemplativo, o por el diario arrebato de esta Divina Commedia] en lugar seguro mientras acabas este viaje, no tanto tu suerte, [aletearían como inútiles colibríes con desgana a dos metros sobre ti, pues, nadie, nadie te echaría de menos ni en Berlín ni en el cielo],
sino la Poesía como intimidad y certeza, el último refugio del que no cree apenas en este coso mundanal ni en el futuro, del que no espera más que el temblor de las hojas de hierba un buen día no previsto en tu agenda de mano, [casi rellena de recortes y papelillos en verso para disimular que no está medio vacía, diantres].
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