LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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jueves, octubre 22, 2020
TELEGRAMA A LAS ESTRELLAS Y FULGOR BOREAL

"Donde una estrella fue
sólo hay negrura y vacío,
un hoyo negro." Ernesto Cardenal,
Versos del pluriverso.
"Verde de moho es la casa del olvido." Paul Celan,
La arena de las urnas.
"Pasa o tempo sin deterse,
río infindo de silencio,
río infindo, noite e día,
río infindo, branco e negro." Celso Emilio Ferreiro,
Longa noite de pedra.

donde los tambores congelaron a golpes los quejidos
de los ahora yertos relojes
donde crece de a poco la yerba temblorosa
y a pesar de todo, todo lo caído ya río
abajo
donde la arena vertida desgarra las córneas
porque no olvidan el llanto
ni el aullido que trae
la montaña,
donde la arena de mano del olvido cae cae
sobre la sangre que aún late y habita como latido
en la cajita de plata con los otros
lívidos abandonos
ese fulgor diminuto como flor de tiempo
contra la intemperie y el frío
ese cálido refugio donde encogerse
como una semilla dentro
de la tierra
cuando tanto aflige la tormenta
en esta isla sin tesoro...

Etiquetas: Daniel Espín, elegía, montaña, palabra, poesía, poeta, Tao, tristeza, versos, versos cotidianos
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