LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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viernes, octubre 02, 2009
LOS TRES CERDITOS Y EL LOBITO BUENO
"Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos." José Agustín Goytisolo, Claridad.
"Probaré con un amigo pagano -pensé-, puesto que la amabilidad cristiana se ha demostrado sólo hueca cortesía." Herman Melville, Moby Dick.
Dedicado a los sin patria, a los sin familia, a los sin techo, a los sin suerte y que están al otro lado de la frontera de la buena sociedad, a los sin posesiones ni pijatostes para ostentar: a los vagabundos y a los don nadie de este mundo, a los que sufren por culpa de tantos que hay sin alma y sin vergüenza, sin escrúpulos y sin compasión.
Dedicado también [por supuesto, de puro sarcasmo y tristeza] a los infames mezquinos que he conocido en mi vida...
Llamas a la puerta y Nadie responde salvo el Desdén, la Excusa, la Desgana: Los Tres Cerditos. ¿Quién llama?
––Espero, ayuno y pienso: Soy el Lobito Bueno.
Llamas a la puerta y esperas que alguien responda
o no
y tal respuesta parezca o al menos sirva para resolver el problema que sospecho es casi matemático: la confirmación de que existe el cero a la izquierda, que es el desprecio educado a la cristiana manera, oh, qué benditos los Santos Hipócritas...
Llamas o esperas y Nadie responde: usted vuelva mañana. Sin embargo esperas,
esperas una respuesta que nunca, nunca llega ni creo que pueda, pues, el tiempo levanta polvaredas tan infranqueables que es triste pensarlo, que abisman vorazmente todo, todo lo que amaste, oh, qué lástima...
Que se pierdan en los incomprensibles colapsos aquellas estrellas que un día iluminaban tu cielo sin dios en los días tumefactos
ahora, apenas, iluminado: un cielo adornado de jirones de luz perdidos en los barrios marginales del universo, de este caos sin aquel consuelo... Etiquetas: poesía, versos
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