LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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lunes, noviembre 28, 2005
KILÓMETRO 0

"¿Cuál es la trayectoria de un electrón que se mueve alrededor de un núcleo atómico? En virtud de las relaciones de incertidumbre no está bien definida ni la palabra 'trayectoria' ni la palabra 'se mueve'; la pregunta carece, por tanto, de sentido." Werner Heisenberg, Encuentros y conversaciones con Einstein y otros ensayos.
Después de andar no sé cuánto sin dirección hacia el centro del mapa, ¿por qué los indicios de nuevo me llevan al kilómetro 0? [Palmo más, palmo menos.]
¿Ando en cierto modo sin sentido? La brújula es un animal inútil que cuelga del techo, y en sus ojos óctuples se refleja un múltiplo variable de incertidumbres. O es, horrores, Virgilio colgado del hilo de la lámpara del teatro, tieso como un pajarito, con una nota en piedra Rosetta que dice testamentariamente: Dimito. No puedo enseñarte el camino de vuelta, ni el de salida, desconozco incluso el que me corresponde. No tomes ese relevo de fracaso. La clave no es la línea recta, ni la velocidad del paso. Ni siquiera las flecha del tiempo conoce su propio fantasma en este orinal elegante, no podría predecir si el sol siempre sale, o en qué punto brilla más: en el amor, o en el odio.
¿Por qué después de tanto bogar por fieras ambiciones citizen Kane hurga en los recuerdos de la infancia para hallar la respuesta, la luz al final del túnel?
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