LA ALQUIMIA DE LOS DÍAS [A modo de prólogo]La bitácora [que hojeas] comenzó a gestarse una noche fría de invierno cuando contemplaba las estrellas esparcidas [aparentemente, al azar] por un cielo profundo y limpio, miles y miles de millones de estrellas imperturbables a los fines de los hombres en este diminuto planeta [que no es sólo nuestro y que además conoce su destino: el cuándo le alcance depende de la medida de nuestra Estupidez, de nuestra Codicia, de nuestra Soberbia, de la medida de nuestro Ego, de nuestro Antropocentrismo idiota, ciego y extremadamente predatorio.] El Hombre camina [como puede] bajo esas estrellas porque no sólo le espolea el hambre o la sed [esas nobles necesidades], sino también porque hay sed y hambre de verdad y conocimiento [de sí mismo, de los otros, de lo cognoscible y de lo que no lo es.] La curiosidad es indispensable para sobrevivir. Es caminante, peregrino, viajero y lo es tras una estela inasible y abandonando sutiles huellas [o versos, tal vez, inútiles] por doquier que el mar del tiempo se llevará a no sé dónde ni cuándo [como estas mismas palabras que ahora y aquí escribo: un mensaje en una botella.] Es la alquimia de los días, al crepúsculo, el oro de Ulises. Los días pasan y segregan, depuran al menos dos versos mal rimados: del plomo de la realidad vivida, de las horas de cinc, de las visiones de azufre de la vigilia, del lapislázuli del sueño. Se subliman en oro converso, en gotas contables, en uno, dos o cuatro versos significantes de lo insignificante, de las cosas pequeñas que son, que nos pasan. Se transmutan en materia poética: en conjunción, las palabras y los días... Invierno, 2005 | Daniel Espín López
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martes, julio 28, 2020
LAS AUSENCIAS

"Y aunque tú no has de verlas.
Para hablar con tu ausencia
Estas líneas escribo,
Únicamente por estar contigo." Luis Cernuda, Con las horas contadas, Poemas para un cuerpo, III.
"mala puta la muerte y su caballo encabritado su fétido atavío" José Manuel Caballero Bonald, Entreguerras o De la naturaleza de las cosas.
Para Tao y las otras Ausencias amadas que no olvido.
NADA, ni luz y el vacío relámpago y el baúl devorado por la noche [que sentencian] infinita y apenas astillas de luciérnagas efímeras. Luego sorda oscuridad y el laúd contra el rompiente y los desperdicios de la pobre materia que somos, pavesas y racimos de notas breves, de adioses eternos que a horcajadas se los lleva la masacre del tiempo en la batalla.
Aún albergo, sin embargo, el consuelo [inútil, quizá] de la memoria cuando entona los versos en las soledades: los que contemplaron mis latidos aquellos días hoy ya cenizas bajo las raíces de los árboles, o en la reverberación de las hojas y el zorzal como signos [que conmueven], o en la honda, honda herida de la tierra, lágrimas y el muy frío mineral.
NADA resta, salvo el espejismo del viento que toca la campanilla de la puerta en carne viva las tardes encalladas cuando [inútilmente, quizá] sin NADA que esperar sin lírica en deshaciéndome larga, largamente os recuerdo, amadas sombras...
Etiquetas: Daniel Espín, elegía, poesía, poeta, Tao, versos, versos cotidianos
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